lunes, 30 de mayo de 2011
Ahora que ya vamos por la cuarta Copa de Europa, si no fuera por el nombre del estadio londinense, muchos no se acurdarían de la primera en el año 92. Yo no pude evitar acordarme de las celebraciones de ese momento. Ese peregrinaje hacia la Plaza Sant Jaume, ahí donde Pep alzó la copa, al lado de Cruyff, y soltó su mítica frase "¡Ciutadans de Catalunya, ja la tenim aquí!". Con esa caravana improvisada, conducida por más de un millón (sí, sí, un 1 seguido de seis ceros) de entusiastas barcelonistas saliendo a la calle en una explosión de júbilo jamás repetida. Ese balcón de la Generalitat engalanado, desde donde se veía una plaza teñida del azulgrana de las banderas que ondeaban enloquecidas al salir Stoichkov y su "ciento por ciento". Ess celebraciones ofrecidas por Canal Plus, con la cena y fiesta posterior rociada con litros de alcohol que lograron el imposible, ver a Koeman marcándose unos pasos de baile que ni los alemanes en los garitos de Costa Brava.

Quizá sea porque uno se acostumbra incluso a la excelencia, la celebración de Wembley'11 no logró encandilarme del mismo modo. El estilo "Campeón del Anillo" no le pega lo más mínimo a las celebraciones de un Barça que simboliza todo lo contrario al frío y calculado márketing empresarial y a la pomposa ceremonia que tanto se estila al otro lado del charco. El Barça no necesita adornar artificialmente el esplendor de sus triunfos con espectáculos chapuceros, basados en púberes haciendo perfomances estilo "15-M" subidos a una tarima, estropicios a canciones míticas de Tina Turner, y anodinos espectáculos de fuegos artificiales. Sólo necesita un poco de comunión, sentir el abrazo, aunque sea lejano, de sus ídolos, recibir y dar unas palabras de cariño y de agradecimiento mútuos; sentirse, en definitiva, parte de los trofeos conseguidos.

Pero ni siquiera hubo eso. En su lugar, vimos las cara (aún más) larga de Puyol, unos capitanes incapaces de darnos nada más que los topicazos de siempre, y justo cuando las palabras de Piqué hacían presagiar que esa iba a ser una tarde de lo más interesante para culés y redactores de la Central Lechera, el micrófono aparece dando vueltas de un lado para otro sin que una mano generosa hiciera un mínimo esfuerzo por cogerlo y darle a la afición las palabras que pide. Se llegaba tarde al concierto de Shakira, y los 100.000 culés ahí presentes se quedaban con la fiesta a medias sin que a nadie de los abajo presentes pareciera importarle.

Nadie puede reprocharle ni a técnicos ni a jugadores ni una pizca de su entrega, su profesionalidad y su nivel futbolístico. Pero a nosotros tampoco nos ha faltado entrega, ni hemos escatimado una sola gota de saliva en apoyar al equipo, ni hemos dudado en coger los bártulos y desplazarnos hasta los confines de Europa para animarles. Así que merecíamos algo más. Una celebración como las de antaño en Sant Jaume, mucho más humildes, pero también más cálidas. O, al menos, que los jugadores prefirieran estar con nosotros, sus seguidores, que con unos imberbes groupies de una cantante que hace poco se declaraba madridista. Pero ellos eligieron complacer a Piqué antes que complacer al aficionado del Barça.

A todas estas, me cansa esta contínua exhibición de "pareja feliz" de la que hace gala la pareja culé de moda. ¿Es necesario para disfrutar del amor en pareja hacer ostentación pública constantemente, con besos pactados y apariciones públicas contínuas? las victorias del Barça no deberían hacernos olvidar de donde venimos, y cual es nuestra esencia. La actitud exhibicionista de Piqué, totalmente innecesaria, nos pone a los paparazzis a las puertas del Camp Nou. Si criticábamos lo cansino de ver machaconamente la pareja Beckham-Adams fingiendo ser dos tortolitos en cualquier acto público en el que tuvieran ocasión, no deberíamos callarnos ante lo cansino del dantesco espectáculo protagonizado por la pareja Piqué-Shakira, en esta ocasión rizando el rizo con Piqué señalando el trasero de su novia en un vulgar gesto de canalla. Personalmente, la celebración, si se puede llamar así, me dejó mal sabor de boca. 

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